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Alinéalas 8

 Original juego de mesa, fácil de jugar y muy entretenido
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Tragaperras

Inserté en único euro que llevaba en el bolsillo en la ranura de una de las máquinas tragaperras del Salón Recreativo. Había decenas de ellas muy llamativas, con diferentes diseños y colores, luces centelleante y música excitante. Pulsé el botón rojo. Parpadearon cuatro luces del mismo color y, con un agradable tintineo cayó una cascada de monedas. Confieso que ésta es la primera vez que juego a las tragaperras. Me llevé una agradable sorpresa. ¡Qué fácil es ganar dinero! -me dije. Seguí jugando y continué ganando. Cada euro se multiplicaba por cincuenta o cien. Jugué en varias máquinas a la vez, y todas me dieron premios. Con alborozo vi que las máquinas se reunían en torno a mí, y se apilaban unas encima de otras formando un pozo. En el centro del mismo estaba yo, encima de una montaña de monedas, con los brazos abiertos, riendo de gozo. Los euros brotaban en torrentes de todas las máquinas, hasta que, una a una fueron quedando vacías. El último euro de la última tragaperras tintine

Esta Marina la pinté con acrílicos desde la playa de Martiánez, en el Puerto de la Cruz, en Tenerife. Los riscos que se ven al fondo son de la cara norte de la isla. Cambié el color de la arena. En lugar de negra como es al natural, quise darle un poco de color dorado.

TRANQUILIDAD

Era un precioso atardecer. El mar, inundado de color, estaba dormido. En la orilla se retrataba el paisaje en una maravillosa sinfonía de colores malvas, amarillos, azules y verdes. Una suave brisa salada con aromas de mariscos y algas, nos inundó el alma.  El pincel parecía moverse solo por el lienzo. Los colores surgían como por encanto. Pura magia en medio de la tranquilidad.

La Playa del Puma

LA PLAYA DEL PUMA Está llenando la marea. El aire tiene sabor a salitre. Planto el caballete en un llano, cojo los pinceles, y contemplo cómo las olas rompen contra el peñasco de la orilla. Chorros de espuma se elevan en el aire. Las minúsculas partículas me refrescan la cara. El cuerpo de la ola se torna transparente, y la última luz de la tarde se cuela en la cresta que está a punto de reventar. El color retrata el paisaje marino. Pinto durante horas, absorto. Y de pronto, un gruñido sobrecogedor rompe el silencio. Un puma desciende cauteloso por el acantilado de la izquierda. Su color se confunde con el de las rocas. Se detiene en el espejo del agua apresada, donde se mira el cielo con todos sus colores. Prueba el agua salada y sacude la cabeza. Le dejo agua fresca en un plato, en el mismo lugar donde había estado pintando.

PLENILUNIO

Es casi medianoche. La luna llena lo ilumina todo como si fuera de día. Contra el cielo claro se recortan las siluetas esqueléticas de unos edificios en construcción. Hay un romántico silencio que es melodía. Un vigilante nocturno, encerrado en su cuartucho de bloques, escucha comentarios de fútbol en la radio colocada sobre un montón de sacos de cemento. De pronto, un grito de mujer desgarra el silencio. Proviene de las columnas desnudas del más apartado de los edificios, allí donde las grúas estiran sus poderosos brazos contra la luna enorme, como si quisiera desgajarla. Un rayo de luna cae sobre el rostro de una chica, desfigurada por el grito de espanto. Forcejea para librarse de los cobardes que intentan violarla. La terrorífica navaja que empuña el hombre que ríe con una mueca, brilla ante sus ojos desorbitados. Otros dos intentan sujetarla por la fuerza. La joven tiene apenas quince años. La desvisten, desgarrándole las ropas y el alma. -¡Cállate o te rayo la cara!